Éste es uno de mis primeros chiches. En mis vacaciones en la casa que mis viejos tenían en Ingeniero Maschwitz, recuerdo que me lo llevaba para cuando llovía y no podía salir a jugar al campo. El juego es por demás sencillo, solamente había que dejar volar la imaginación.
Mi Casita tenía piezas se madera pintadas a mano. Los laburos artesanales de varios juguetes de antes, me dejan con una capacidad de asombro y de nostalgia enorme. Por eso disfruto mucho cuando voy a una feria y me encuentro con juguetes de madera o de esa hojalata dura llena de litografías. Ojo, tanto Mi Casita como algunos similares, aún se pueden encontrar en Centenario o en Chacarita... Este es un juego de finales de los años setenta, aunque a principios de ésa década habían salido algunos similares.
Como las generaciones se renuevan, he decidido ponerle una pausa a tanto Ben 10 y enseñarle a Gaby, mi hijo de 5 años, a jugar con la casita.
El entusiasmo inicial lo dice todo en su carita. Vamos a construir lo que se nos ocurra!!
Pero claro, no es tan fácil, hay que tirar todo y volver a empezar... Roma no se hizo en un día después de todo...
Pero bueno, Constantinopla no tiene nada que envidiarle a esta construcción!!
Siiii!!! lo logramos!!!
Al final, luego que se acabó la creatividad, empezamos a jugar un improvisado Yenga... Perdí los tres partidos se me derrumbó la torre....
Ojalá nunca perdamos la esencia de jugar con estos chiches, así tengamos 80 años... Y ese día, por unas horitas, Ben 10, fue derrotado y dejado de lado...
Gus